17 de abril de 2017

Del Cerro Ávila en Caracas, al Monte de San Pedro en La Coruña

En Venezuela, "la gallega", en Galicia, "la venezolana" y es que no me disgusta, soy feliz siendo quien soy, me gusta marcar la diferencia en todos los ámbitos donde me desenvuelvo. Independientemente de mis nacionalidades soy mujer, madre, hija, hermana, amiga, compañera, etc., etc., dependiendo de la posición donde me encuentre la diferencia la marco con la actitud con que asumo mis roles. Cuando decidí irme de mi país natal, Venezuela, no imaginaba, bajo ningún concepto, lo mucho que cambiaría mi vida; y no se trata sólo del estilo de vida, me refiero más a cambiar internamente, al punto de ver la vida con otro lente, bajo otra óptica.

En mi país, había logrado ser una Abogada exitosa, entaconada y muy formal, mi carrera profesional formaba parte de mi orgullo; al irme, sabía que debía bajarme de mis tacones y me habían contado que no iba a ser fácil, pero jamás pude ni siquiera de lejos suponer que la vida me iba a poner pruebas que me enfrentarían con todos mis miedos y mis demonios y les soy sincera, nunca me había sentido tan vulnerable, aterrada, cobarde y a la vez tan valiente.

Poco a poco, muchas veces con lágrimas en los ojos y después de darme cuenta que con resistirme lo único que iba a lograr era sufrir más, me he ido quitando una cantidad de prejuicios respecto a status, nivel de vida y esas cosas sobre todo de índole material y he ido aprendiendo a ser más sencilla, más humilde, más gente; aquí no tengo aún mi título de Abogada, ni se toma en cuenta mi trayectoria profesional, que para mi significaba muchísimo, en A Coruña nadie me conoce; aquí la vida me quitó todo eso (o eso llegué a pensar), soy únicamente Esther, frente al mundo y ¿saben qué?, en el fondo es más relajante sólo ser tú, algunos piensan que soy esa rubia, tonta, sudamericana, lo cual al principio francamente me molestaba y ahora solo me hace reír; porque sé quien soy y de lo que soy capaz, incluso ya estoy pensando que la vida no me ha quitado nada, me está dando.  

Solo tengo diez meses en A Coruña (hoy 17 de abril justamente los cumplo) y desde que llegué he sufrido una transformación, más bien una metamorfosis que me ha llevado a recorrer lo más profundo de mi ser, al agujero negro de mi interior, llegué a no ver la luz, en este proceso, por razones que en algún momento contaré, pasé de la negación absoluta a aceptar a La Coruña como mi nuevo hogar, a decir, el día de ayer en Oviedo a una amiga venezolana que vino de visita, "más bella es La Coruña, tienes que venir a verla, hay mar por todos lados". Aún estoy en ese proceso.

Quiero contar mi experiencia, quiero que alguien la lea y me entienda y viva conmigo el día a día de una metamorfosis, que hoy asumo y aunque a veces duele, siento que era necesaria, para ser mejor persona, para aprender a ser humilde, fuerte y valiente de verdad. Hoy hay una cosa que puedo entender como una verdad: es normal y creo que hasta instintivo sentir miedo, lo que te hace marcar la diferencia es lo que haces ante tus temores, es lo que decidas lo que te va hacer cambiar o no.

Así que si sientes miedo, no te preocupes, más bien alégrate porque eres humano; luego, toma tu decisión.

Yo no sé si fui valiente o cobarde al irme de mi país, este será el tema de otra disertación; quizás sea un razonamiento parecido al de aquel que decide suicidarse ¿es valiente o cobarde?; lo que si no les quepa la menor duda, es que fue una decisión muy difícil y trascendental.

Seguiré luego..



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